Feliz Navidad

 Mayo 2005

La noche la había pasado mal, a  las seis de la mañana se despertó y aunque lo intento ya no pudo dormirse otra vez, tras dar varias vueltas en la cama, optó por levantarse a pesar de que era muy temprano y a sabiendas de que la noche anterior se había acostado ya entrada la madrugada, después de haber pintado hasta bastante tarde. 

Su primer pensamiento fue en la visita que tenía proyectada aquella mañana.

Mientras se aseaba pensó que la  Navidad, como todas las fiestas familiares, goza de una fama erróneamente adquirida, la de alegres, y nada mas lejos de la realidad, posiblemente sean las fiestas mas tristes del año para todo el mundo. Por ese motivo, este año Gonzalo había decidido pasarlas junto a su amigo Antonio, si es que cenar en un pequeño restaurante, acogedor y familiar se puede llamar celebrar la Navidad.

Gonzalo y Antonio eran amigos desde que este llegó a la ciudad, habían  pasado malas, muy malas rachas económicas, de no tener trabajo y tener que hacer pequeños y mal pagados encargos para subsistir.

 

 A Gonzalo y Antonio,  les unía varias circunstancias  que hacía que fuera aún más sólida su amistad, la primera, la edad, Antonio hacía ya varios años que había visto los ochenta, A Gonzalo les faltaban meses para ser octogenario, diferencia  que a cierta altura de la vida no es nada, la segunda, la profesión, los dos eran pintores, los dos eran artistas medianamente reconocidos a nivel provincial, los dos se dedicaban al difícil mundo del arte, y la tercera, la soledad, la maldita soledad que cuando llega la noche se hace casi insostenible, pesa como una loza de mármol que te va asfixiando  lentamente.

Antonio,  en su juventud tuvo amores con una brasileña, con la cual vivió una temporada allá en el Brasil, hasta que un potro desbocado sin bridas y sin estribos, mucho mas joven que el, se cruzó en el camino y la hizo cabalgar como una amazona enloquecida con la melena negra azabache al viento, circunstancia por la que Antonio decidió dejar el camino libre y abandonar el país dejando tras de si una sólida fama que había adquirido.

Gonzalo,  también  en su adolescencia tuvo un amor fugaz, del cual solo queda un vago recuerdo que con el tiempo solo  quedó en una simple nebulosa.

Cada uno por su lado, buscó  conciente y deliberadamente una soledad que les atenazaba.

Para Gonzalo  sería la primera Navidad que pasaría con su amigo Antonio, y para ello se encaminó  a su casa, pese a que estaba al otro extremo de la ciudad.

Gonzalo quería que la  visita fuera una sorpresa, por lo tanto no avisó de la misma, a sabiendas que sería muy difícil que el viaje lo hiciera en vano, ya que Antonio estaría con toda seguridad en su casa, como siempre prisionero de su soledad y por su casi su incapacidad para moverse.

La idea  de sorprenderle con su invitación, le surgió unos días antes, como consecuencia de una larga conversación  que tuvieron, cuando al tener una recaída  en sus achaques, lo visitó en su casa.

En esa visita, Gonzalo llamó a la puerta, aguardó durante un tiempo a oír los pasos cansados de Antonio que venía por el pasillo, ya que se movía con mucha dificultad, se supo observado  por la mirilla de la puerta y acto seguido se oyó el roce  del cerrojo, para a continuación abrirse la puerta. Antonio estaba allí, en zapatillas y abrigado con un viejo batín  de paño gris con algunas manchas de pintura, su figura se apoyaba en un bastón  y en la boca su impenitente colilla de cigarro a medio apagar, la estampa que se representó ante  Gonzalo era la de un hombre cansado y gastado, o como siempre comentaba de si mismo “ yo no estoy viejo, estoy usado”, si, una persona usada por la vida y olvidada en un rincón.

-Hola admirado maestro, como estas, pasaba cerca de aquí y he decidido pasar a salu……….

-………si ya sé, hacer la buena acción diaria y pasar a ver como esta tu viejo amigo, -cortó y concluyó la frase Antonio, al tiempo que se ladeaba de la puerta para que pasara Gonzalo y cerrarla tras de si.

– Viejo y admirado, y con muchas cosas por hacer, dijo Gonzalo tratando de animarle, mientras recorría el largo pasillo hasta llegar a la habitación del fondo, donde  Antonio tenía instalado su estudio.

– Un estudio muy bien iluminado por un ventanal que daba al patio central de la manzana de viviendas, grandes ventanales que dejaban pasar una luz tamizada por los visillos que le resguardaban de las miradas indiscretas.

Una habitación repleta de trastos, cuadros colgados, hasta llegar a no poder ni adivinar el color de las paredes, estanterías con libros, placas y trofeos de toda una vida, los cuadros de mezclaban con gran cantidad de fotos que, por las veces que Gonzalo había estado allí, prácticamente a todos los tenía identificados, Antonio con Ramón Alcudia, gran pintor de muy reconocida fama, en otra con Antonio Moraleja, critico de arte y decano de ellos, Antonio en la exposición que presentó en sus años mozos en New York, con personalidades de la ciudad y embajadas, y muchas otras mas que marcaban toda una vida.

En uno de los lados de la habitación había lo que se podía llamar una mesa de dibujo, con cientos de ellos por encima, libros y revistas de arte, dibujos que estaban esperando que Antonio los recuperara para seguir trabajando en ellos, junto al ventanal tenía el caballete y justo al lado de este, había una pequeña mesita donde estaba apoyada la paleta con montones de colores secos por el paso del tiempo, colores que se habían ido acumulando uno tras de otro, formando una costra de varios centímetros de espesor, pinceles totalmente cubiertos de pintura, varios botes de aguarrás y aceites, de todas las marcas y clases, botes de pintura medio gastados, arrugados para sacarle el máximo producto a los mismos, trapos sucios y carboncillos,  un total desorden, pero dentro de un orden establecido por el mismo.

En el caballete había un cuadro con una figura femenina  en una composición típicamente árabe, en el que se podía adivinar, ya que estaba  a medio pintar, a una mujer sentada en un sofá  rodeada de ricos  ropajes, viéndose al fondo un paisaje árabe con sus casas con  las azoteas  características, sus mezquitas y altos minaretes, cuadro del que Gonzalo tenía referencias, ya que lo había visto muchas veces en ese mismo caballete en las anteriores visitas y en el cual se suponía,  Antonio pintaba y repintaba a lo largo del tiempo, por que un avance  en el mismo no se le notaba mucho.

– Cada vez me gusta más, comento Gonzalo delante del cuadro, cada vez que lo veo me produce mejores sensaciones.

–  Gracias  por el cumplido, es un tema que lo estoy cuidando mucho, contestó Antonio, lo que pasa es que lo toco poco, ya no tengo los ánimos de estar todo el día con el, y lo voy cogiendo a ratos sueltos, alegó, dejando caer su pesado cuerpo sobre el sillón donde pintaba y que estaba delante del caballete, soltando un largo suspiro desde lo mas profundo de su ser, ya estoy cansado, muy cansado y el poco tiempo que tengo ganas de pintar, hago algunos encargos que un antiguo marchante me compra, y que mas creo que lo hace por lastima y caridad, que por que realmente los venda y saque un beneficio. Descansó un momento, tomo aliento y siguió hablando.

-Con eso y lo poco que pude ahorrar cuando tuvimos vacas gordas, me da para vivir, por que tu como yo, sabemos que el estado con el arte no se porta muy bien, terminó lamentándose.

-¿Como va todo?, te veo muy bien, no pasan los años por ti, y no sabes lo que me alegro de encontrarte pintando, nosotros los artistas hemos nacido para pintar y para morir pintando, no te parece.

– Amigo mío, tus ojos que me miran con agrado, pero yo presiento el final, ya he pintado todo lo que tenía que pintar, mi vida esta llegando a su fin, noto como la vida se me va apagando poco a poco, cada día me cuesta mas trabajo levantarme por la mañana, presiento  que no esta lejos, y como tu dices moriré pintando……

-soltó un largo suspiro y siguió hablando,

-¿te acuerdas de Rafael?, ¡si hombre!, Rafael Maldonado, aquel que era un figura pintando paisajes costumbristas;

– era  de nuestra edad mas o menos.

Gonzalo asintió con la cabeza, y lo dejó hablar.

– Pues la última vez que lo vi, hace de ello cerca de dos años estaba muy mal, yo lo vi bastante tocado, en realidad era un muerto en vida, una vaga sombra de lo que fue. Cuando llegó la hora de despedirnos, nos dimos un abrazo intenso, y con las pocas fuerzas que tenía, me agarró la mano y me dijo que era la última vez que nos veríamos,

-la muerte me esta llamando, con ella tengo una cita ineludible, afirmó, fueron sus palabras exactas.

-Sin volver la mirada para atrás  no me atreví a contestarle por que en mi interior comprendí que tenía razón. Tres  días después murió.

– No me pongas ese ejemplo,  ya sabes que lo suyo era incurable, no tenía salvación.

– Sabes, murió tratando de pintar, me contaron que estaba agonizando y pidió a sus hijos que le sentaran delante del caballete, lo hicieron, cogió un pincel y su paleta y cuando alargo la mano para empezar, cayó hacia delante muerto.

– Me entere y lo sentí, lo sentí mucho, pero no pienses en eso…………

– Amigo Gonzalo, el tenía hijos y nueras, nietos y sobre todo familia, cortó Antonio, -tanto tu como yo, no tenemos a nadie, a nadie que nos pueda poner delante del caballete,  nadie que nos llore cuando nos llegue el final, y nadie que rece una oración por nosotros, Amigo mío, nosotros estamos solos, se lamentaba Antonio.  – ¿quien nos encontrará cuando no demos señales de vida?, ¿que será de nuestros cuadros cuando faltemos?, nuestros sueños de juventud, nuestros sentimientos, los que hemos puesto en cada uno.

– Que será de ellos, están condenados   a ser carne de trapero, se perderán en algún desván olvidados, y habremos pasado por esta vida, sin dejar rastro…….paró Antonio para descansar.

– Nadie  se acordará de nosotros cuando hallamos muerto, sentenció Antonio.

– Lo sé, lo sé…… le contesto Gonzalo sin apenas salirle la voz del cuerpo, tu estas bien o mejor dicho estamos bien, no nos podemos quejar, para el montón de años que tenemos…………….

– Pero tú no has tenido dos infartos cerebrales que me han dejado parte de mi cuerpo dormido…………. Descansó un poco y siguió – mi final esta cerca. También a mi, la muerte me esta llamando, y yo que toda mi vida he defendido mi libertad, creo que tengo el deber de saber cuando debo morir,  dijo muy lentamente, cansadamente.

– La muerte no depende de nosotros, insistió Gonzalo viendo el cariz que estaba  tomando la conversación.

– Eso esta muy bien como teoría, como teoría cristiana; la muerte la da Dios y la quita Dios. Pero yo creo que mis padres me dieron la vida y con ella la capacidad de saber decidir sobre ella, cuando la vida deja de tener una mínima calidad, cuando deja de ser vida, tú no crees que no tiene sentido el seguir aquí……….

-¿Muy bien, que es para ti la vida? Le pregunto Gonzalo, dime, en que consiste parta ti una mala calidad de vida, tu que has hecho siempre lo que has querido, tu que como yo hemos disfrutado de lo que hemos hecho, tu que…………..

– No lo sé, sinceramente no lo se, solo se que es muy corta, que pasa muy rápida y que siempre acaba mal, por eso creo que yo solo soy el que tiene derecho a decidir sobre ella.

Gonzalo se alarmó.

-¿Qué quieres decir?

– Nada, no quiero decir nada, solo que la eutanasia es un tema totalmente aceptado por mi, se ha discutido infinidad de veces en diferentes foros, se ha hablado y discutido tanto sobre el derecho del ser humano a una muerte digna, que la sociedad, o parte de ella se ha convencido, de que vivir ya no tiene sentido cuando uno deja de sentir, de pensar, y poco a poco se convierte en un ser vegetativo. Afirmó Antonio con intima y profunda convicción.

– No digas tonterías, tienes tu todavía mucha vida por delante.

-¿Qué clase de vida? Sinceramente  tu crees que esto es vida, todo el día solo. – ¡Si! Ya se que mi soledad me la he buscado yo, pero que quieres que te diga, todo el día pensando que me puede dar otro arrechucho y me paralice aún mas si cabe mi cuerpo, que me paralice de tal manera, que sea conciente de que me estoy muriendo y no pueda avisar a nadie.

Paró un momento Antonio para tomar aire y continuar.

– yo no tengo, o mejor dicho no tenemos a nadie, no quisiera acabar mis días en un asilo, alelado y vegetativo, y lo que es peor,  sabiendo que no puedo ejercer mi derecho a morir dignamente, humanamente, en una palabra cuando yo quiera.

– No amigo Gonzalo, no creo yo, que esto pueda llamarse vida, alego con cierto enfado Antonio.

– Vamos no sigas por ahí, yo te veo estupendamente y además sigues pintando y por supuesto cada día mejor.

– Pintando, tu crees que yo, ya lo que hago es pintar, solo repito una y mil veces lo que he aprendido durante tantos años, y por cuanto tiempo,…………… ¿posiblemente un año, dos? Tal vez meses; la vida es corta amigo mío, muy corta, y el principal problema es que no sabemos vivirla, solo aprendemos cuando ya es demasiado tarde, ahora es, cuando todavía tengo fuerza, cuando todavía no me he convertido en una piltrafa humana, ahora cuando puedo tomar la decisión  mas importante de mi vida, la de querer o no querer vivir.

-Antonio – cortó Gonzalo- me esta dando miedo lo que estoy escuchando; todavía, digas lo que digas tienes muchas cosas que hacer, además la experiencia debe,…….. tiene que servir para algo, ¿no te parece?, comento Gonzalo.

– si tu lo dices.

Para tratar de cambiar la conversación, Gonzalo siguió hablando,

– me han llamado de una galería de Bilbao, y posiblemente prepare una exposición con ellos, no te parece eso bastante importante.

-Importante. ¿tu crees que eso es realmente importante?. ¿tu consideras importante preparar una exposición?, vamos no me digas eso, cuantas exposiciones  se inauguran todos los días; y tu crees que puede ser importante la tuya.

– hombre a mi me hace mucha ilusión, que quieres que te diga, contesto Gonzalo.

– No es nada tu exposición, la mía, las nuestras, las que hemos preparado con mucha ilusión y sacrificio, de todas ellas no quedará nada, solo serán como tu vida y la mía, un recuerdo que se desvanecerá muy rápidamente.

Gonzalo no se sentía cómodo  con la conversación, posiblemente por que la verdad molesta, Antonio se percató de ello, y el mismo decidió corta la misma.

– Estoy cansado, dentro de un rato viene una señora a limpiar un poco y a prepararme la comida, además me gustaría quedarme solo, dijo.

– Te entiendo, y no te molesto mas, solo quería pasar a saludarte, otro día podremos seguir esta conversación. Se levantó del sofá y estrechó la mano de su amigo,-hasta pronto y si no nos vemos Feliz Navidad.

-¿Feliz Navidad?…….¿pero cuando es?….

– Dentro de tres días.

– Ni me había acordado.

Contestó Antonio, mientras Gonzalo recorría el pasillo que le separaba de la puerta, y cerrándola tras el, se marchó.

La conversación  que había mantenido le dejó marcado, de camino a su casa, la repasó palabra por palabra, y en su interior le quedó un desagradable sabor de boca, se le pasaron por su mente todos los comentarios que Antonio, le había hecho en relación a querer o no querer vivir.

Con el recuerdo de aquella conversación y pasados unos días,  tal como había planeado, Gonzalo se dirigía  casa de Antonio para lo que el llamaba celebrar la Navidad.

Llamó al timbre y como siempre esperó oír los pasos cansados de su amigo, no fue así, no recibió ninguna respuesta, por un momento tuvo un mal presentimiento, volvió a llamar una y otra vez, y la preocupación fue en aumento, al final se convenció de que la puerta no se abriría y con la desagradable sensación de no saber que hacer, decidió bajar a la calle y buscar un teléfono para llamar a su amigo, a cuya llamada tampoco contestó, la preocupación iba en aumento, su pensamiento, una vez mas se trasladó a la conversación mantenida días atrás, al mismo tiempo que pensaba que si le hubiese pasado algo, posiblemente la señora que venía a hacerle la limpieza y la comida lo habría encontrado, pero también pensó que no sabía quien era, por lo  que tampoco tenía posibilidad  de localizarla para conseguir información.

¿Qué podía hacer? Se encontró en una encrucijada, así que tomó la decisión  de llegarse al restaurante que había en la misma calle, pensando que ya que era donde en alguna ocasión Antonio comía, podría ser que estuviera allí, o que en su defecto le dieran alguna información.

Mientras se acercaba, completamente sumido en sus pensamientos, le impidió  darse cuenta del viejo y destartalado coche que se había parado.

-¡Gonzalo, que haces! Feliz Navidad.- gritó eufóricamente alguien desde dentro del mismo.

Se volvió hacia donde venía la voz, para descubrir a su amigo Antonio.

-¡Si hombre, soy yo, Feliz Navidad!.- ¿que haces por aquí?, no te esperaba.

– He venido a invitarte a comer, y al no abrirme la puerta me he preocupado,

-Anda sube, en vez de invitarme tú a mí, yo te voy a invitar a ti, ¡sube! Insistió.

La puerta se abrió para dejar paso a Gonzalo y este se acomodó.

El coche se puso en marcha.

Antonio hizo las presentaciones de rigor

-te presento a Eduardo y a su señora Esperanza.

-mucho gusto, contestó Gonzalo.

.igualmente, dijo sonriente el conductor, un hombre de mediana edad con el pelo canoso y de tez morena.

-te explico; adelantó Antonio, esta  señora es la que me hace la limpieza, y su marido, el mismo día que estuviste en casa, cuando llegó, me invitó a pasar la Navidad con ellos, y esta mañana han pasado a recogerme, y menos más que tenían el coche aparcado en la calle de atrás, y el camino  para llegar a su  casa obligaba a pasar por aquí, que si no, ni te vemos.

-esperamos y deseamos que pase también la Navidad con nosotros, comento casi insistiendo Esperanza.

– no me gustaría molestar.

– ¡no digas tonterías ¡dijo Antonio ¿tu venías a que comiéramos juntos? ¿no querías darme una sorpresa, pues te la he dado yo? Piensa que lo pasaremos bien.

El coche se puso en marcha, Esperanza se volvió en su asiento y mirando a Gonzalo

¿qué, como se encuentra? ¿todo bien?, pregunto.

Gonzalo asintió con la cabeza.

-¿y la salud?

-muy bien, estoy bien, quiero decir que no tengo nada de momento,

– me alegro, me  alegro de que no tenga nada, por que dicen que el que no tiene nada lo tiene todo.

-¡Pues sí! Creo que si, contesto Gonzalo, pensando para sus adentros que esa filosofía del que no tiene nada lo tiene todo, era buena llegando a la conclusión de que era verdad.

El coche se desplazaba con rapidez por las calles de la ciudad, que a esas horas estaban vacías de transito, cruzaron el puente sobre el río y girando a la izquierda llegaron a un barrio netamente obrero, zona que en tiempos anteriores, había estado repleta de chabolas y que era famosa por su riadas en las crecidas del río, y que un Obispo para afianzar mas su carisma delante de los feligreses, la convirtió en una barriada de casas bajas, casas prefabricadas y de escasa calidad, pero que en su momento, sirvió para solucionar el problema  tan grande que existía de chabolismo en la ciudad.

Se detuvo delante de la puerta de una casa como todas las demás, de una sola planta pero se veía muy bien cuidada.

La puerta era de hierro imitando los cuarterones de la madera, con lo cual proporcionaba más seguridad a sus moradores, ya que el barrio de un tiempo a esta parte había sido invadido por inmigrantes, algunos de ellos dejaban mucho que desear.

Una vez que el coche se paró definitivamente, Esperanza fue la primera en salir del mismo para acercar su brazo a Antonio, insistiéndole que se apoyara en el.

Lentamente, Antonio  salió del vehículo y apoyado en el brazo de Esperanza se dirigieron hacia la casa, Gonzalo hizo lo mismo y cogiendo a su amigo por el otro brazo pasaron a la misma.

Eduardo por su parte se fue a tratar de aparcar el coche.

¡Ahora vuelvo…  -acomódense!  Grito Eduardo y el coche se alejó.

Cuando Esperanza abrió la puerta dos niños gritando salieron a recibirle, con muestras de alegría.

¡mami; mami! Edu me ha pegado.

-me ha querido quitar mi muñeco, contestó el tal Edu.

– Vamos portaros  bien que tenemos visita,

-Sr. Antonio le presento a mis dos hijos, Edu y Luis.

– Edu es el mayor y tiene ocho años y Luis seis, son la alegría de mi casa, alegó llena de orgullo,

– Luis dice que quiere ser pintor como Vd., ya veremos cuando sea mayor lo que será, lo principal es que estudie y se haga un hombre de provecho.

Antonio un poco aturdido por tanta algarabía, se sentó en el primer sitio que encontró, al mismo tiempo que le hacía un gesto con la mano a Luis para que se acercara.

– Amigo mío, todavía eres muy pequeño para pensar en lo que quieres ser de mayor, estudia, estudia  mucho y cuando te llegue el momento, tu alma te dirá para lo que estas preparado, hizo un descanso y siguió hablando, – y cuando decidas lo que quieras ser, procura prepararte muy bien, y sobre todo procura ser el mejor en aquello que decidieras, por que solo el mejor sobrevivirá, no vayas a ser un mediocre, terminó Antonio casi ahogándose al hablar.

– yo seré pintor como tu, y además voy a ser el mejor.

– muy bien, yo no estaré aquí para verlo, interpelo Antonio, pero allá donde me encuentre te estaré vigilando, y además me alegrare si lo consigues.

– dejar a los señores, corto Esperanza, que están cansados, y ayudarme a montar la mesa que hay que comer.

En un instante entre todos  la colocaron, con su mantel blanco con adornos navideños, cubiertos (los mejores para la ocasión), y bandejas, varias bandejas llenas de comida.

– Sr. Antonio Vd. se sienta aquí. Casi ordenó Esperanza.

– De ninguna manera, la mesa la debe presidir su marido, yo soy aquí simplemente un invitado, y muy agradecido por ello. Se excusó Antonio.

– En mi familia la mesa la preside siempre el mayor de edad, y Vd. es como si fuera de mi familia, comento Eduardo, – a mi señora y a mi  nos haría mucha ilusión y sería un orgullo que sea Vd. el que la presida este año, le ruego acepte.

Antonio, viendo los argumentos no quiso que su negativa se confundiera con un desaire y acepto.

– gracias, acepto encantado.

Feliz navidad, dijo Esperanza levantándose y alzando la copa.

Feliz navidad, contestaron casi al unísono todos los presentes.

La comida fue muy agradable, la sobremesa se prolongó hasta bien entrada la tarde, Edu y Luis se quedaron al final durmiendo en una butaca, a lo largo de la misma se hablo de todo.

Eduardo hablo de su vida anterior.

– Nosotros vivíamos  en un pueblo de la sierra, mi mujer, como yo, trabajamos en un cortijo, Esperanza  se dedicaba a ayudar en las tareas de la casa de los señores, mas de lo que hace ahora pero peor mirada, se podía decir que una esclava, lavaba, planchaba, ayudaba en cocina, cuidaba de la casa, y todo ello por la vivienda y la comida, hasta se enfadaban cuando uno de mis hijos se ponía enfermo o había que cuidarlo en su enfermedad, comentaba con amargura Eduardo, y yo, que hacía yo, todo, lo hacía todo, cuidaba las bestias, jardinero, chofer, araba, cavaba, sembraba y recogía, en fin, chico para todo.

-¿y como se puede aguantar esa vida?- pregunto Gonzalo.

– como se puede vivir siendo esclavo de otro, eso queda ya para otros tiempos.

– no se lo crea, en los pueblos de la sierra, en esas grandes fincas, no entra la civilización, la cultura, ni la democracia, los grandes señores solo saben guardar para ellos.

– la sensación de malestar en Eduardo  aumentaba por momentos, – no se lo crea, ahí no dejas de ser un animal más, te tratan como a una pertenencia mas que les ha venido de sus padres, tratan mejor a su caballo que a las personas……  – se lo digo por que nos ha pasado a nosotros.

– ¿y como es que pudisteis cortar con todo ello, pregunto Antonio.

– fue a consecuencia de una enfermedad que padeció mi hijo Luis , al cual hubo que llevarlo a la ciudad a que lo mirara el medico, lo ingresaron en el hospital, al no tener a nadie y ningún sitio donde ir, Esperanza se pasaba todo el día y toda la noche con el, entabló conversación con la familia de un anciano que estaba ingresado en su misma habitación, y como tenía por obligación que quedarse con Luis, se ofreció a vigilar también del anciano sobre todo por las noches, para que la familia pudiera descansar un poco y poder trabajar por el día,

De ahí salió una pequeña amistad y todo fue un paso a ofrecerle un trabajo como asistenta en su casa, de ahí a que yo también  intentara buscar un trabajo, todo fue el decidirlo.

Antonio y Gonzalo escuchaban con atención, trataron de no interrumpirle por que notaron que Eduardo se estaba sincerando y descargando de mucha amargura.

– Yo trabajo en la construcción, seguía explicando Eduardo, nos defendemos y como ven vivimos humildemente y ella haciendo lo que siempre ha hecho servir a otras personas, pero eso sí, ahora tratada como otra persona.

– esa fue mi salvación, corto Antonio,- gracias a ella ha entrado en mi casa un poco de orden y limpieza.

– y gracias a Vd. me siento cada día mas persona, se acerco Esperanza a Antonio y agachándose lo beso en la frente.

– gracias Sr. Antonio, gracias por su cariño de todo este tiempo.

Eduardo pasó en un segundo de tener una cara de pena, a una de gran satisfacción.

Había caído ya la noche, cuando Antonio y Gonzalo decidieron que ya era hora de marcharse.

Eduardo fue a por el coche y en un rato los llevo otra vez de regreso a su casa.

– No hace falta que subáis, me quedo charlando un rato con Gonzalo, dijo Antonio conforme se bajaba del coche.

– ¿seguro que no hace falta? Pregunto Eduardo

– seguro, iros tranquilos.

Eduardo saco del coche una bolsa y se la alargo a Antonio

– les dejo esto para que pasen un rato y terminen la Navidad como corresponde, además una buena conversación se hace mejor delante de una botella de cava. Dejándole una botella con dos copas.

– gracias contestaron al unísono los dos amigos.

Subieron las dos plantas que separaban el piso de la calle, entraron en la vivienda hablando de lo buenas personas que eran Eduardo y Esperanza.

Pasaron directamente al estudio y sentándose frente a frente, Antonio abrió la botella y ya con las copas llenas, Gonzalo mirando el cuadro que estaba en el caballete, dijo a su amigo.

– realmente te está quedando muy bien, muy bien, insistió.

– si, creo que si, y creo que no me lo dices por cumplir.

Gonzalo lleno de nuevo las copas y dirigiéndose a  su amigo dijo solemnemente.

– por nosotros, por ti y por mi, por nuestro futuro, por……….

– que espero que sea largo y provechoso, cortó Antonio.

– que sea largo y sobre todo que nos sigamos viendo, pintando, discutiendo, en fin viviendo, y que alguien dentro de cien o doscientos años, cuando vea alguno de nuestros cuadros, sepa valorar el  esfuerzo y el cariño, que hemos puesto en cada uno de ellos.

– por los dos, contestaron al mismo tiempo los dos amigos.

Llenaron y rellenaron las copas hasta que le vieron el final a la botella, hablaron de todo, de la comida, de los anfitriones, de los proyectos que tenían, de la exposición en Bilbao de Gonzalo y hasta quedaron que si se encontraban como en ese momento irían los dos a la inauguración.

Serían las doce de la noche cuando Gonzalo pidió un taxi por teléfono para irse a su casa.

– no te levantes, ya conozco el camino.

– adiós amigo mío, y gracias  por darme la Navidad que me has dado, y cerrando la puerta se marchó.

Antonio, pensando en todos los acontecimientos que habían pasado ese día, se acostó.

Seis días más tarde murió Gonzalo en soledad.

Nadie se lo comunicó a Antonio.

Antonio nunca se entero.

 

Al artista, compañero, amigo

y octogenario pintor,

Xavier Ripoll Girona.

Con respeto y admiración.      

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